Para los jóvenes profesionistas, adquirir una casa o un departamento a través de un crédito hipotecario es algo que se ha vuelto cada vez más difícil, en parte por los requisitos para acceder a un crédito como la estabilidad laboral o la solvencia económica; y también, por el alto costo de la vivienda en México, en donde el salario a veces no es suficiente. Por esa razón, algunas parejas optan por obtener un crédito hipotecario en conjunto y aumentar sus posibilidades de adquirir un mejor patrimonio. Por ello, aquí te contamos cómo funciona un crédito conyugal y qué pasa en caso de divorcio.
¿Cómo funciona un crédito conyugal?
Es muy famosa la frase de ‘juntar los puntos del INFONAVIT’ en el caso de las parejas que quieren adquirir una casa. Y, aunque técnicamente no funciona así, ejemplifica perfecto el propósito del crédito conyugal. El crédito conyugal es un crédito hipotecario en donde una pareja decide juntar el monto del crédito hipotecario individual de cada una, para así adquirir un mejor inmueble. También existen algunos créditos hipotecarios donde no es necesario que sea una pareja en sociedad conyugal o concubinato; sino que puede ser con familiares en línea recta o consanguíneos, es decir padres, hermanos, tíos, primos; a este último tipo de crédito se le denomina créditos mancomunados.
En ambos casos, este tipo de créditos funciona de la siguiente manera: la institución de crédito evalúa a cada una de las personas que desean adquirir la hipoteca, y analiza su capacidad de pago, su historial crediticio y sus datos laborales. En consecuencia, emite un dictamen para cada persona sobre cuánto dinero podría prestarle en su hipoteca y, finalmente, ambas personas juntan sus créditos para tener una hipoteca de mayor valor.
En otras palabras, son créditos individuales que al final se juntan. De esta manera, cada uno de los involucrados tendrá que hacerse cargo de pagar su crédito hipotecario. En este punto, es muy importante entender el régimen bajo el cuál están casados ambas personas, si por sociedad conyugal (también conocido por bienes mancomunados) o por bienes separados. Esto es importante porque, en función de lo que cada uno pague y del régimen bajo el que estén casados, concede diferentes derechos. Para efectos prácticos, utilizaremos el siguiente ejemplo: supongamos que José y Carolina quieren adquirir un inmueble por un valor de 1 millón de pesos. A José sólo le prestan $750,000 pesos y a Carolina $250,000 pesos, en función del historial de crédito y de lo que cada uno gana en sus respectivos empleos. José y Carolina deciden tener una hipoteca conyugal para adquirir su patrimonio.
Si José y Carolina están casados bajo una Sociedad Conyugal, no importa si José paga el 75% del crédito y Carolina el 25%, las escrituras saldrán a nombre de los dos y serán copropietarios al 50% cada uno. En el caso contrario, si ambos están casados por bienes separados, también serán copropietarios, pero hasta el monto de lo que pagó cada uno respectivamente.
¿Qué sucede en caso de divorcio?
Cuando el amor se acaba y surgen los conflictos, en muchos casos la única opción que queda es el divorcio; pero las cosas se complican un poco con una hipoteca conyugal. Si la hipoteca aún no se ha terminado de pagar, los divorciantes deben de llegar a acuerdos en común y presentarlos ante un juez; la sentencia de divorcio emitida deberá ser llevada a la institución de crédito para que se hagan los ajustes.
Es importante mencionar que, en muchos casos, si la hipoteca aún no se ha terminado de pagar, el acuerdo más común es que ambos divorciantes continúen pagando conforme al contrato, sin modificación alguna. Al finalizar el pago de la hipoteca, ambos copropietarios pueden decidir si la venden y se dividen las ganancias al porcentaje que haya determinado la sentencia de divorcio. También existe la posibilidad de que una de las partes le compre a la otra el proporcional de lo que ha pagado hasta ahora y posteriormente asuma el completo de la deuda, quedando éste último como dueño único.
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