Suena la alarma por la mañana y lo único que piensas es en apagarla y seguir durmiendo. Es domingo a las 8 de la noche y te deprimes imaginando lo poco que falta para el lunes. Vas camino al trabajo y lo único que quieres es que se termine la jornada laboral. Aunque no son los mejores pensamientos, me atrevo a decir que la mayoría de nosotros los hemos tenido alguna o varias veces, sin embargo, es algo normal pues todos tenemos un mal día o amanecemos más cansados de lo normal o simplemente queremos un día más de fin de semana. Sin embargo, si este tipo de pensamientos son muy frecuentes o bien, están acompañados de otros síntomas, puede ser que tu cansancio o flojera haya pasado los límites saludables.
La fatiga es un estado emocional, mental y físico de cansancio extremo ocasionado por un estrés excesivo y prolongado. Conforme el estrés continúa, se empieza a perder el interés o la motivación que te lleva a hacer ciertas cosas o a tomar ciertos roles en tu vida personal o profesional. El cansancio a este extremo reduce la productividad y acaba con tu energía, dejándote una sensación de que no eres bueno para nada, sin esperanza e incluso amargado. Con el paso del tiempo, la sensación que te invade es la de no tener nada más que dar.
Pero no hay que confundir esto con estrés. Aunque la fatiga crónica puede ser provocada por un estrés continuo, no se deben confundir. El estrés involucra “mucho de varias cosas”: muchas presiones que demandan mucho de ti física y psicológicamente. Las personas estresadas sin embargo, pueden seguir imaginando que cuando pasen las cosas que los tienen estresados, se sentirán mejor.
Por otro lado, al sentirte exhausto pareciera que nada es suficiente. Sientes vacío y falta de motivación e incluso poco interés. Normalmente las personas agotadas no ven muchas posibilidades de cambiar su situación. Mientras que el estrés excesivo es como ahogarse en responsabilidades, la fatiga es sentirse como seco. Estar bajo mucho estrés es fácil de identificar, pero el agotamiento extremo no.
Bueno y ¿esto qué tiene que ver con tu desarrollo profesional? Mucho, ya que con todos estos síntomas y características, tu desempeño laboral se ve afectado. La falta de motivación hace que poco a poco vayas limitando tus aportaciones a la empresa en donde trabajas o incluso en tu equipo de trabajo. También se afecta tu manejo de tiempo ya que aunque el estrés te mantiene con adrenalina y motivado a cumplir con tus tareas más rápidamente, la falta de concentración derivada de la fatiga, aumenta tus tiempos de trabajo y con esto, tus jornadas laborales, volviendo esto un círculo vicioso. Además, el cuerpo humano está preparado para manejar el estrés por periodos cortos de tiempo, sin embargo, cuando se alarga este periodo, el enfoque se pierde junto con la posibilidad de poner atención a otras cosas que no sean las causas del estrés. Esto afecta la habilidad de resolver problemas o tomar decisiones. Además de afectar la memoria.
Así que si notas que estás exhausto o fatigado, aún hay esperanza. Lo primero que debes hacer es forzarte a ti mismo a bajar tu ritmo. Toma un descanso, reduce tus compromisos o actividades. Date tiempo para descansar, reflexionar y sanar. Háblalo con tu jefe y pide vacaciones o bien, una modificación en tu esquema de trabajo por un periodo de tiempo que te permita reestablecerte.
Y como toda crisis es una oportunidad, también ésta lo es. Aunque esta fatiga es un signo de que algo importante en tu vida no está funcionando, debes tomarte tiempo para pensar en tus metas, sueños y planes. ¿Estás dejando de lado algo que es verdaderamente importante para ti? Pues esta fatiga puede ser una buena oportunidad de redescubrir lo que realmente te hace feliz y cambiar el curso de tu vida para alcanzarlo.
