¿Qué dirías si te dijéramos que existe una pastilla para ser más inteligente? ¿La comprarías? Pues resulta que sí existe un medicamento así, pero no es tan sencillo como suena. Hoy, en Profesionistas, queremos hablarte sobre uno de los secretos que muchos universitarios alrededor del mundo (y oficinistas de Wall Street) utilizan para ser mejores que el resto: las smart drugs.
¿Qué son las Smart Drugs?
Nuestra sociedad acelerada y competitiva siempre ha buscado formas de aumentar nuestra concentración, reducir nuestra ansiedad y mantenernos alerta: café y hasta bebidas energéticas. Hasta el punto en que hay quienes no pueden iniciar una mañana sin una taza de café o universitarios que pasan noches en vela con una jarra de éste brebaje a su lado. De alguna forma, la cafeína corre por las venas de la humanidad como lo hace la sangre. Sin embargo, existen medicamentos que provocan todos los efectos del café multiplicados por 10 veces y; tanto estudiantes como cierto tipo de profesionales los toman para ‘rendir mejor’, estamos hablando de las Smart Drugs.
Estos medicamentos están dirigidos a personas que necesitan un pequeño empujón en el proceso cognitivo pues, su función es evitar la degradación de la dopamina en el cerebro; neurotransmisor que está asociado con la concentración y el aprendizaje. Normalmente son recetados para personas que tienen TDAH o narcolepsia, sin embargo, en pacientes sanos, los efectos son un aumento en la concentración y el aprendizaje; algo que han aprovechado empleados para aumentar su productividad y sobretodo, estudiantes universitarios para aumentar sus calificaciones o rendir mejor en los exámenes.
¿Cuáles son las Smart Drugs?
Las drogas inteligentes o, drogas para aumentar la inteligencia, pueden dividirse en tres tipos: anfetaminas, metilfenidato y modafinilo.
En el grupo de las anfetaminas cabe destacar que su precio no es barato y son medicamentos controlados, es decir, se requiere la prescripción de un médico para lograr adquirir uno de estos medicamentos; éstos actúan sobre las funciones cerebrales liberando y estimulando la producción de endorfinas y norepinefrinas; y pueden volverse adictivas.
Por otro lado, el metilfenidato es una anfetamina modificada y de más fácil acceso que sus primas; el metilfenidato trabaja aumentando la producción de dopamina en la corteza prefrontal del cerebro, la parte encargada de la atención y las decisiones; sin embargo, algunos de los efectos de éste medicamento, además de la adicción, es la alteración de los patrones de sueño y la pérdida de peso.
Por último, el modafinilo es un neuroestimulante utilizado para tratar la narcolepsia y, aunque no es una anfetamina, también actúa sobre la corteza cerebral liberando dopamina.
Las Smart Drugs en las Universidades
El fenómeno de las Smart Drugs es una situación más ampliamente difundida en países desarrollados y entre las mejores universidades del mundo, así como ha sido cubierta por medios de comunicación. En 2016, una encuesta realizada a 398 estudiantes de Stanford encontró que el 10% había utilizado alguna droga, con prescripción médica o sin ella, para aumentar sus capacidades cognitivas y el 45% de los encuestados respondió que conocía a otros estudiantes que también las habían utilizado. Y un estudio realizado a 7 países de la Unión Europea encontró que una mayoría de estudiantes aprueba el consumo de estos medicamentos para aumentar el rendimiento cognitivo. La pregunta es: ¿En México los estudiantes usan estos medicamentos? Por eso le preguntamos a varios alumnos de instituciones de educación superior en la Ciudad de México.
Pablo* es un estudiante de Derecho que consume este tipo de medicamentos en época de exámenes para aumentar su concentración: “Soy muy despistado; un amigo me sugirió que los probara. He tomado una caja y sobretodo en finales. A veces me duele la cabeza y me da sed, pero me ayuda en los exámenes. Una vez no estudié nada y me ayudó a aprobar la materia. […] La escuela cada vez te requiere más y más y puedes cada vez menos”. Sebastián considera que estos medicamentos son poco conocidos pero no está mal tomarlos: “Conocí las smart drugs en foros de internet de universidades gringas. Cuando le dije a mi papá él me dijo que ni sabía que existían estas cosas […] Mientras no esté regulado, no es malo”.
Carla* estudia Odontología y cuenta que: “Lo he tomado 3 ó 4 veces, lo tomo más que nada en época de exámenes, me ayuda a permanecer despierta […] mis calificaciones han subido desde que lo tomo”. Ella no piensa que sea algo malo: “Sólo me está ayudando a estudiar mejor, no es un acordeón que saques en el examen”.
Adolfo* es egresado de la licenciatura en Economía y él comenta que: “Vi la película Limitless y una amiga me dijo que existía una pastilla así, entonces dije: Vamos a probarla. Sí ayudó mucho en el rendimiento para aprender y retener más información, igual me ayudó a leer más rápido […] Sólo me dio un poco de ansiedad e insomnio […] supongo que sí se vio reflejado en mi rendimiento porque no tenía sueño y estudié mejor”. Él tampoco considera que consumir smart drugs sea poco ético ni tampoco hacer trampa: “Es cierto que la presión de las Universidades no es la óptima, pero no es copiar, no te da ventajas. Sólo mejoras tu capacidad de concentración. Es como decir que estudiar bien es hacer trampa y pone a los demás en desventaja […] Yo lo recomendaría a mis amigos en ciertos casos especiales”.
Actualmente no hay estudios que midan el consumo de estos medicamentos en universidades públicas o privadas en México, pero su consumo entre los alumnos es una realidad; un secreto a voces.
¿Cuál es la postura de las universidades?
Un debate que tarde o temprano tendrá que posicionarse en la agenda de las instituciones de educación superior en México es la limitación (o no), del consumo de Smart Drugs entre estudiantes. Por ejemplo, la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, ha incluido en su Código de Honor la utilización de cualquier clase de medicamento que ayude a aumentar la capacidad cognitiva de sus estudiantes.
A través de la Plataforma Nacional de Transparencia, se le preguntó a varias universidades cuál es su posición al respecto del tema. A través de la solicitud de información 1109000013517 el Centro de Investigación y Docencia Económicas expresó: “(el CIDE) no tiene la obligación jurídica de crear expedientes clínicos respecto de los medicamentos que los estudiantes puedan tomar”.
Por su parte, el Instituto Politécnico Nacional, a través de la solicitud de información 1117100666117 manifestó que la política en torno a las Smart Drugs depende de cada uno de sus centros de estudios, pues algunos declararon no poseer la información y otros dijeron que la decisión de utilizar tales medicamentos no depende de los alumnos sino de sus médicos que lo prescriben.
En cuanto a la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Dirección General de Atención a la Salud, en su respuesta a la solicitud de información 6440000131217 dijo: «Al respecto, comunico a usted que esta Dirección General de Atención a la Salud, no cuenta con la información solicitada, además no existe ninguna sustancia probada científicamente para esos propósitos«.
Pareciera que, al menos por ahora, a las Universidades no les preocupa el consumo de las Smart Drugs por parte de sus estudiantes, aunque existan casos en donde sí las ocupan y de forma recurrente. Quizá el debate en torno a ellos no debiera de ser si está prohibido utilizarlas o no, sino más bien, qué es lo que está fallando en el sistema educativo para que los alumnos tengan que recurrir a este tipo de sustancias para aprobar sus exámenes o sacar buenas calificaciones.
Y tú, ¿has tomado alguna vez una Smart Drug? ¿Cuál es tu postura acerca de estas sustancias? Deja tu respuesta en los comentarios.
*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de los entrevistados.