El turismo supone uno de los sectores económicos más pujantes de México, situándose entre los primeros diez puestos del ranking internacional con 41 millones de visitantes en 2019. Se encuentra por detrás de países como Francia (89 millones de turistas en 2019); España (83 millones); Estados Unidos (80 millones); China (63 millones); Italia (62 millones) y Turquía (46 millones), según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
Sin embargo, México desparece de los diez primeros puestos de la tabla si solo se tienen en cuenta los ingresos generados, y es relegado por Tailandia, Reino Unido, Australia o Japón. Con ingresos cercanos a los 215.000 millones de dólares al año, Estados Unidos registra un promedio de 2.687 dólares por visitante, seguida de España (891 dólares por turista) y Francia (752 dólares). En este sentido, una de las necesidades de México como potencia turística es incrementar el gasto por viajero. Los 558 dólares que desembolsa de media cada visitante hunden al país azteca hasta el puesto 40 a nivel mundial. El turismo de sol y playa muestra en estas estadísticas sus peores rasgos: mucho volumen, pocos ingresos y escasa rentabilidad.
El Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET) de México, la patronal que agrupa a todo el músculo empresarial del país, destaca que el turismo es la tercera mayor fuente de entrada de divisas después del sector petrolero y las remesas que envían los inmigrantes desde, principalmente, Estados Unidos. El turismo supone el 15% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional, y genera 7,2 millones de empleos, cerca del 14% de toda la masa laboral de México. La CNET lleva años advirtiendo de la necesidad de reestructurar todo el sector de una forma integral, empezando por una reforma fiscal y del IVA para mejorar la rentabilidad, y posicionando a México como un destino atractivo para las reuniones de negocios y el turismo sanitario o médico.
Frente a este turismo tradicional, basado en el volumen de visitantes, el flujo de viajeros hacia resorts de todo incluido y los gigantescos cruceros que atracan en las playas mexicanas, muchas voces empresariales reclaman otro enfoque que aporte mayor valor añadido a la sociedad y al tejido empresarial.
Las posibilidades pasan por potenciar otros aspectos del acervo nacional, como la gastronomía, la cultura, los negocios, la salud o el deporte. La experiencia de otras ciudades del mundo puede ser un buen ejemplo, como San Sebastián, en el norte de España, que a su oferta de sol y playa suma propuestas de ocio transversales que abarcan desde rutas de comidas por el centro de la ciudad hasta masivos torneos de poker.
Estas iniciativas tampoco son nuevas en nuestra región. En 2004, la compañía PokerStars organizó por primera vez el Poker Caribbean Adventure, en el que participaron más de doscientas personas, y ya rivaliza como el mayor evento de juego de cartas organizado fuera de Las Vegas. Este modelo de negocio se ha exportado a otras muchas ciudades del mundo como las Bahamas, Londres, Barcelona o Montecarlo, y supone una importante inyección económica puesto que los turistas suelen permanecer en el país de destino más de 15 días y atrae a más de 1.500 participantes.
A diferencia del turismo de masas, el turismo de negocios, el de reuniones o el cultural presentan unas características muy atractivas para operadores, hoteles, restaurantes y comercios del país. En primer lugar, este tipo de visitantes destaca por el efecto derrame sobre numerosos sectores económicos, puesto que no se limita a permanecer en el hotel, y emplea y proporciona trabajo a otros proveedores como son compañías de organización de eventos, empresas especializadas en seguridad, productoras audiovisuales, etcétera. En segundo lugar, tiene un importante componente anti-estacionalidad: no se limita a las temporadas altas del turismo o al verano, y ayuda a compensar la falta de volumen de negocio durante los meses menos concurridos del año. Por último, el gasto promedio de este tipo de viajeros es muy superior a la media puesto que suelen permanecer más de una semana o diez días en el país y contar con mayor poder adquisitivo.