Cuando nuestros padres y abuelos buscaban trabajar dentro de una empresa, era para hacer carrera por años y años; empezar desde cero y generar antigüedad, escalando posiciones poco a poco, para poder retirarse con una buena lana algunas décadas después. No era un mal plan después de todo, trabajar duro y fielmente a la empresa era casi como tener la vida resuelta, además de que los ascensos y los aumentos de sueldo compensarían los sacrificios.
Pero todo eso cambió con la llegada de la economía de mercado del mundo corporativista y bien lo sabe Ilana Gershon, autora del libro “Down and Out in the New Economy: How People Find (or Don’t Find) Work Today”, quién expone que la tendencia actual es que una persona entre a trabajar a una empresa pensando en qué momento va a renunciar para saltar a otra. Esto es: la economía quitter.
De esa manera, aunque las empresas se lo piden a todos sus empleados, se olvidan que la lealtad es una comunicación de dos vías, por tanto, ser un quitter es una consecuencia de las malas prácticas corporativas y es lo más lógico adoptar este estilo ante las condiciones del mercado laboral actual. Cuando no existe lealtad por parte de ambas partes, la relación laboral pasa a ser un mero negocio en donde el empleado tiene que venderse al mejor postor.
Ser quitter es básicamente, un empleado que entra a una empresa con la firme convicción de renunciar a corto o mediano plazo, con el propósito de obtener habilidades y conocimientos que lo hagan más competitivo con respecto a otros profesionistas. Piénsalo, quizá ya eres un quitter y aún no lo sabes. Esto cambia las reglas del juego completamente; sólo considera esto: ahora una empresa es un buen lugar para trabajar, sí y sólo si, te permite adquirir habilidades que pueden ser valiosas para otros empleadores. En esencia, estarás trabajando para conseguir otro trabajo.
Pero no toda la culpa la tienen los empleadores, es un círculo vicioso que afecta a todo el mercado laboral y gran parte de ello también es gracias a los millenials. Ahora las empresas tienen que centrarse en la idea de que sus empleados se irán en poco tiempo ¿Por qué deberían los empleadores en preocuparse en capacitar a alguien que a futuro no será una inversión rentable? Paradójicamente hablando, para que una empresa logre retener a sus empleados jóvenes, debe de invertir en viajes o capacitaciones constantes; como cursos, diplomados o maestrías. Al final, resulta más caro mantener contento a un millenial, que a un empleado que no lo es. Por ello, es lógico que las empresas tengan que maximizar beneficios, reduciendo los costos. Capacitar continuamente a empleados que van rotando, se logra con menores sueldos y prestaciones.
Así pues, las empresas reducen los salarios, por lo que los empleados deciden buscar otras empresas para trabajar. De esa forma el círculo se completa y la economía quitter continua existiendo ¿Es imposible de detener? Sí y no.
Las grandes empresas multinacionales que cuentan con recursos e incluso las star-up’s de tecnología, han logrado incorporar con éxito a los millenials en las plantillas de sus trabajadores. En caso contrario, las pequeñas empresas corren el peligro de no adaptarse tan rápido y perder trabajadores como fuga de aceite en un auto viejo. Algunas soluciones pueden ser los cursos en línea que muchas plataformas ofrecen para seguir preparando a los millenials e incluso la opción del home office que permita a los jóvenes combinar sus actividades personales con el mundo laboral.
Sin embargo, la solución básica es encontrar nuevamente un compromiso entre los patrones y los trabajadores millenials que satisfaga los requerimientos de ambas partes. Quizá los nuevos derechos laborales del siglo XXI apenas se están afianzando en el camino a convertirse en leyes, pero mientras eso llega, la economía quitter ha de reinar.