De acuerdo a la Encuesta Nacional de Egresados del 2016, hecha por el Centro de Opinión Pública Laureate México en conjunto con www.profesionistas.org.mx, casi la mitad de los estudiantes universitarios son impulsados a concluir sus estudios por la posibilidad de tener un mejor nivel de vida, y esta tendencia es mayor en un 10% entre estudiantes de universidades públicas que los de universidades privadas (51% vs 41%), situación cuyo panorama se complica en nuestro país por varios aspectos: sueldos promedio que van desde los $5,000 hasta los $7,000; mayores dificultades para encontrar trabajo en las regiones oriente y sur del país; y sobre todo, el desempleo.
Las últimas cifras de la OCDE señalan que el desempleo entre la población de 15 a 24 años, es más de dos veces mayor a la población de 25 años o más. Cifra que, si bien es menor a las estadísticas de 2016 hasta un punto porcentual, también coincide con los datos del INEGI en donde podemos ver que, de los 15 millones de jóvenes que se encuentran entre la población económicamente activa del país, el 60.6% de ellos están en el sector informal, es decir, no tienen seguro social ni prestaciones de ningún tipo. Esto no es solo un grave problema de políticas públicas cuyos orígenes son variados; desde una deficiencia en los planes de estudio universitarios, hasta una desconfianza hacia los empleados millenials, lo cierto es que, a largo plazo, la informalidad trae consigo dificultades para acceder a créditos hipotecarios y soluciones de vivienda; problemas para acceder a servicios hospitalarios; y nulas aportaciones a los fondos de inversión para el retiro.
La gran disyuntiva es: ¿Cómo poder incrementar las cifras de empleo joven de calidad? El investigador especialista senior, del programa de empleo joven de la Organización Internacional del Trabajo, Niall O’Higgins, en conjunto con otros autores, establecen en la publicación “Rising to the youth employment challenge: New evidence on key policy issues “ que los gobiernos pueden incrementar significativamente el número de empleos jóvenes de calidad a través de acciones tomadas a un nivel macroeconómico, como por ejemplo, el uso de incentivos fiscales a empresas que incorporen a los jóvenes en programas de entrenamiento para adquirir habilidades y competencias laborales.
Un buen ejemplo de lo anterior es el programa Youth Guarantee de la Unión Europea. Un esfuerzo que busca que todos los jóvenes europeos universitarios menores de 25 años, reciban una buena oferta de trabajo, educación continua, aprendizaje y entrenamiento, y desde enero de 2014, 10 millones de jóvenes se han beneficiado del programa al incrementarse las oportunidades para este sector de la población. Sin embargo, el diseño de este tipo de programas debe de incluir un enfoque tripartito que provea del suficiente tiempo para que los jóvenes puedan adquirir habilidades y competencias, donde los subsidios deben de ser suficientemente atractivos para que las empresas se integren a estos modelos y, además, contengan mecanismos que prevengan que otros empleados sean reemplazados por los jóvenes subsidiados. De la misma manera, la atención de los gobiernos a los programas de emprendimiento debe ser vista como un complemento a las políticas de empleo joven. Así también, debe de prestarse especial atención para que los programas de empleo joven no caigan en la trampa del famoso: pago con conocimientos si no que constituyan realmente una herramienta para acceder a más y mejores empleos pagados.
Pero en nuestro país, ya existen algunos ejemplos de este tipo de iniciativas desde la sociedad civil, de hecho, la Fundación Pro Universitaria A.C., a través de su Programa de Formación de Talento Universitario: PRO MERITUM, promueve el vínculo entre estudiantes universitarios con grandes, medianas y pequeñas empresas, generando alianzas para ofrecer a los universitarios, becas académicas, prácticas de aprendizaje, cursos y talleres para que no abandonen los estudios y puedan posicionarse exitosamente en el mercado laboral.
El área de oportunidad de México para la creación de los programas de empleo joven es enorme, sobre todo para el gobierno federal; ya sea desde el ejecutivo, con el INJUVE, la STPS y la SHCP, en coordinación con los gobiernos estatales; o desde el legislativo, para dar paso a leyes que den una fuerte estructura a estos instrumentos. Pero también, son las universidades y la sociedad civil quienes pueden intervenir directamente en el cabildeo y planeación de la empleabilidad joven, a través de la cooperación, buena disposición y generación de convenios que permitan a los jóvenes posean mejores perfiles en educación, capacidad y habilidad.
De esa manera la sinergia que se construye entre los recién egresados, las empresas y las políticas públicas gubernamentales, puede ser un elemento clave para reducir la tasa de desempleo entre los jóvenes y, además, incrementar la competencia de la economía interna y la productividad del sector público y privado.
¿Qué otras formas se te ocurren para que los jóvenes puedan acceder a mejores empleos? Déjanos tus comentarios y no olvides contestar la Encuesta Nacional de Egresados 2017.