3 lecciones de trabajar en el mundo corporativo

Era mi trabajo soñado. Me entrevisté por meses en los cuales pasé varias noches de angustia esperando llamadas con una noticia de que pasaba a la siguiente ronda. Aún recuerdo vívidamente la felicidad que sentí cuando me contactaron para decirme que me habían elegido en Morgan Stanley, grité de la emoción.

El primer día iba más que emocionada, lista para emprender ese gran camino de aprendizaje por las filas de Wall Street y segura de que mi destino era convertirme en la próxima directora de la empresa.

Dos años después…  Renuncié. Lo hice por cansancio y fastidio. A pesar de todo lo que había crecido, de la confianza que me había ganado, de los grandes proyectos en los que había participado, renuncié.  Simplemente estaba harta y era culpa de todos, menos mía.

Por supuesto eso era falso. Necesité que el tiempo me mostrara las perspectivas necesarias para entender mi enorme contribución a ese fastidio. De esa forma logré identificar 3 factores que sólo dependían de mí y que de saberlos habrían transformado mi experiencia en el mundo corporativo en algo mucho más activo, más llevadero y lleno de aprendizaje:

1. Tus ideas son buenas, ¡exprésalas! Era mi trabajo soñado, pero como economista en realidad no tenía muchos conocimientos sobre finanzas corporativas y en ese momento al estar rodeada de personas con mucha más experiencia, en un mundo en el que era nueva y que percibía tan vasto; me provocó mucha inseguridad. Al ser el último eslabón de la cadena, me envié un mensaje: calla y aprende. ¡Qué gran error! Perdí muchas oportunidades de aportarle algo valioso a mi equipo por esta actitud.

Creo que es muy fácil hacernos pequeños frente a personas más experimentadas y pensar que nuestras ideas o impresiones sobre algún tema pueden ser inválidas o insignificantes y que, por lo tanto, es mejor callarlas. Les tengo noticias: los jefes no son dioses y no tienen todas las respuestas. El mundo evoluciona rápidamente e incluso ellos están aprendiendo cosas nuevas todos los días. Muchas veces, precisamente la falta de experiencia es la que te permite tener una perspectiva fresca de los problemas para encontrar nuevas y mejores soluciones. Si tienes una idea, exprésala. Ya sea buena o mala, aportarás valiosas impresiones a tu equipo sobre qué camino tomar.

2. Nunca te quedes con lo que YA sabes hacer. Es muy fácil encasillarnos. Entramos a un trabajo, nos asignan responsabilidades y nos volvemos buenísimos. Mientras tanto nuestros jefes se complacen de que somos súper eficientes y sabemos lo que hacemos. Suena muy bien, pero la realidad es que la mejor forma de que le saques provecho a tu trabajo es aprendiendo. Siempre que sea posible habla, pide que te involucren en proyectos diferentes, recuerda que seguro habrá expertos de los que podrás aprender miles de cosas. Haz lo máximo de tu experiencia en la empresa, este aprendizaje puede fácilmente perfilar tu futuro.

3. ¡Defiende tu creatividad! Está subestimado el efecto que puede tener en tu creatividad el que siempre haya una persona disponible para responder al instante hasta tu menor duda, o que siempre te pasen la chamba completamente digerida, “hazme una hoja con cuatro gráficas que tengan de información A, B, C, D, e incluye esta frase de título…”, de manera que sin darte cuenta te has convertido en un carísimo y profesional reproductor del pensamiento ajeno. La duda es el origen del pensamiento, pero si esa duda no dura más de tres segundos en tu cabeza porque alguno de tus múltiples jefes ya te la resolvió, el proceso de pensar se interrumpe. Agota tus recursos antes de acudir a tus superiores, busca tus propias soluciones, recuerda que las mejores respuestas tal vez siguen allí esperando ser encontradas.

Fue empezando mi propio negocio, sola y sin jefes a la mano para resolver mis dudas, cuando me di cuenta que se me había olvidado cómo pensar; pensar de verdad. Resolver problemas complejos sin los recursos de personal y bases de información que me ofrecía Morgan Stanley fue uno de los procesos más difíciles como emprendedor.

Es muy fácil perder la perspectiva en nuestro primer trabajo, pensar que las cosas están bien como nos las muestran y que no es nuestro deber proponer cambios o incluso, no percibir el efecto que el tipo de trabajo o el mismo ambiente laboral está teniendo en nuestra misma personalidad.

Debemos recordar que el trabajo, más que una fuente de ingreso, es de desarrollo personal y debe ser siempre nuestra mayor prioridad sacar lo máximo de cada experiencia para hacer nuestro esfuerzo más redituable.

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